miércoles, 4 de abril de 2012

Análisis y Comentarios

Muchas veces para lograr la realización de un sueño, éste se suele encontrar más cercano de lo que imaginamos. Por ello, antes de buscar geografías, cualquier sueño hay que tenerlo claro en la cabeza y el corazón, y pensar que el arte carece de fronteras.

American Visa nos ofrece otra visión de ver el sueño americano, buscar afuera lo que siempre estuvo adentro. La propuesta del filme es muy dura, gira en torno a gente valiosa que pretende irse de su país. Más que un filme político, su intención es ser una película que llegara al corazón.

El sueño de escapar de la triste realidad es una obsesión mayor que las nacionalidades y que ha poblado al cine desde sus inicios. Pero si nos remitimos a un contexto más cercano tenemos que las aventuras del exilio forzado de la Latinoamérica actual ya no se deben tanto a presiones políticas como antaño sino al efecto recesivo de la globalización. De ello se han encargado en mayor o menor medida algunas incursiones cinematográficas recientes, no siendo esta una excepción.

La historia que nos presenta la película es la de Mario (Bichir), un profesor de mediana edad de la provincia que tras la separación de su familia y el viaje de su hijo adolescente a la añorada USA, decide seguirle los pasos harto hasta las náuseas de ese círculo vicioso que termina siendo la constante crisis económica tan cercana a todos nuestros pueblos más que los vínculos sanguíneos o de otro tipo. Y siendo así el buen Mario parte con rumbo a La Paz a conseguir el sueño de la visa americana propia, el resto no importa. Es en este viaje que conocerá los pro y contras de su decisión, tras un primer intento por pasar el exámen de admisión a la tierra dorada. Buscando la visa estadounidense, Mario conoce a Blanca (Kate del Castillo), prostituta y bailarina exótica, con quien inicia un romance casual que les cambiará la existencia a ambos.


Es una cinta de entretenimiento y con algo de desmenuzado sentimiento que logra la identificación de este lado del mundo. No recurre a una mecánica narrativa simplemente funcional que se acerca casi siempre a una teleserie incluso. La opción es clara y es ir en pos de una taquilla con el señuelo de una historia rápidamente llamativa y una anécdota más o menos liviana. Complejidades de otra índole están de más para los realizadores, así revisten a su héroe de todos los elementos y situaciones  para que incluso no tenga diferencia con algún galán de telenovela. No le faltan a Mario los obstáculos, pero tampoco los aliados; desde un profesor que dignifica la memoria ancestral, un gay que reivindica la corrección política y los buenos sentimientos del protagonista, así como una compañera de aventuras que no está nada mal.

La película trata de mostrar la cara dura de la realidad boliviana cayendo en la más artificial aventura que incluye asaltos, traficantes y hasta una noche de fiesta de alta sociedad.

De lo más destacable de la película son algunas de sus escenas eróticas. Asimismo, se hace hincapié en la fuerza del sentimiento amoroso que todo lo transforma.

Es un buen filme que mantiene la atención del espectador, debido a esa misma característica de plasmar una serie de eventos que logran este cometido. No solo mezcla la realidad de un sueño deseado por muchos latinoamericanos, como lo es la obtención de una visa norteamericana, sino que también abarca situaciones que no son el centro de la premisa, pero atraen y hacen reflexionar sobre la prostitución, narcotráfico, entre otros.
La película en sí, es una invitación a que el espectador medite sobre el verdadero valor que tiene su propia cultura, sin importar el país al que pertenezca, comparando una trama de eventos desafortunados con la estabilidad y belleza que le brindaba su propia tierra.

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